sábado, 30 de abril de 2011

Cerveza negra.

Llegó a la taberna tapándose con su enorme gabardina. Fuera el viento azotaba con fuerza y las gotas de lluvía se clavaban cual alfileres en un fieltro. Se sentó en su banqueta de siempre y pidió una cerveza negra, no debía cambiar las viejas costumbres.

La taberna era un lugar lúgubre, sucio, con una tenue luz, lleno de personajes dignos de una película de terror pero a él le gustaba. Al entrar tenía la extraña sensación de sentirse alguien, quizás era porque estaba rodeado de tanto desperfecto, de tantos despojos y de tantos renglones torcidos de la sociedad.

Empezó a hablar con el camarero, siempre ebrio, con ese olor característico a sudor y a alcohol que no se le desprendía nunca. Le contaba siempre la misma historia, pero era una de las pocas personas con las que podía entablar conversación, aunque ésta no fuese ni medianamente normal. Eso no le importaba, necesitaba beber y desconectar con el sonido del tabernero de fondo.

De repente se abrió la puerta y una ráfaga de aire gélido se coló por ella. Otra vez vuelta a la realidad, a la vieja taberna, al frío invierno, a él. Seguía con esa sensación amarga que le acechaba allí donde iba, esa soledad mezclada con tristeza y aderezada con unas gotas de amargura. No había conseguido reponerse de las fechorías de la vida. Aunque eso ahora ya no importaba, el camino ya estaba elegido. Pero ¿Qué camino? ¿Había algo establecido que le obligara a andar en una determinada dirección? ¿Los pasos debía darlos hacia delante o quizás retroceder y volver a empezar? ¿La trazada estaba delimitada?


Demasiadas preguantas, demasiadas cervezas. Se levantó tambaleándose, abrió la vieja puerta y comenzó el camino de regreso a casa, ése era el único que ahora le importaba hacer bien.

martes, 26 de abril de 2011

En los pequeños detalles...

...reside la verdadera felicidad.
  • Una llamada de un viejo amigo con el que hacía tiempo que no hablabas.
  • Despertarte y darte cuenta que todavía puedes dormir un par de horas más.
  • Pasear por aquel lugar que te gusta tanto.
  • Escuchar tu canción favorita por la radio.
  • Salir de la ducha y que la toalla esté calentita.
  • Tumbarte en la hierba y observar las estrellas.
  • Reírte hasta que te duela la tripa.
  • Contemplar un atardecer.
  • Tener a alguien cerca que te diga que te quiere.
  • Acostarte en la cama y escuchar como llueve afuera.
  • Una buena conversación.
  • Encontrar dinero en un pantalón que hacía tiempo que no usabas.
  • Escuchar accidentalmente que alguien dice algo bueno de ti.
  • Un beso acompañado de un abrazo.
  • Hacer el tonto hasta no poder más.
  • Ver felices a las personas que quieres.
  • Usar el jersey de esa persona y que todavía huela a él.
  • Volver a ver a un viejo amigo y sentir que las cosas no han cambiado.

Detalles aparentemente insignificantes pero que depiertan en nosotros una pequeña sonrisa.

sábado, 23 de abril de 2011

Cuida el tuyo.

"Da al tonto mil inteligencias y sólo querrá la suya", dice un proverbio árabe. Comenzamos a plantar el jardín de nuestra vida y, cuando miramos al lado, reparamos en que el vecino está ahí, espiando. Él es incapaz de hacer nada, pero le gusta ofrecer ocurrencias disparatadas sobre cómo sembramos nuestras acciones, plantamos nuestros pensamientos, regamos nuestras conquistas.
Si prestamos atención a lo que él dice, acabamos trabajando para él y el jardín de nuestra vida será idea del vecino. Acabaremos olvidando la tierra cultivada con tanto sudor, fertilizada por tantas bendiciones. Olvidaremos que cada centímetro de tierra tiene sus misterios y sólo la paciente mano del jardinero puede descifrarlos. No vamos a prestar atención al sol, a la lluvia y a las estaciones... para centrarnos sólo en esa cabeza que nos espía por encima de la cerca.
El tonto al que encanta ofrecernos opiniones disparatadas sobre nuestro jardín nunca cuida sus plantas.

Y... si no riegas tus flores, acaban marchitándose.


Yo lo veo como una cuestión de responsabilidad. Resulta demasiado fácil dejar que sean los demás los que tomen siempre las decisiones.

jueves, 21 de abril de 2011

Días sin más.

Sucesión de palabras después de pasarme cuatro horas bibliotequeando sin centrarme más de dos de ellas. Quizás es porque es jueves y las fuerzas empiezan a flaquear, o porque cada vez veo más cercano el día 3 de mayo donde comienza la carrera de fondo propiamente dicha, o porque por unas razones u otras estos días rondan cosas por mi cabeza que no deberían estar ahí.
Todo estudiante sabe que cuando te centras en leer unos apuntes la mente te juega malas pasadas y empiezas a divagar, a imaginar, a cantar una simple canción o a pensar en el tiempo que queda para hacer el tan deseado descanso. Pero, lo que me preocupa no es que me disipe durante unos minutos, me preocupa lo que pasa por mi cabeza cuando eso ocurre.

Como todo el mundo, en época de estudios necesito ánimos, no necesariamente que estén encima de mi todo el día pero sí un: ¿Qué tal vas?, ¿Cómo lo llevas?, ¡venga va! pronto se acaba...
Yo misma soy la primera que positivamente ve que puede, que conforme avanzo voy viendo como poco a poco todo se va sabiendo, que rendirse no va a servir de nada y agobiarse de mucho menos, pero, tengo un pero, necesito también escucharlo de bocas que no son la mía, como refuerzo positivo, como estrategia, como...





Muchas veces se sentía inferior a los demás, o al alguien en particular. No lograba alcanzar aquello que otros sí, no lograba ser como otros sí lo eran, no podía sentir lo que otros sí sentían, no conseguía luchar como otros si lo hacían. Pero... lo intentaba y lo intentaba y lo intentaba. Nunca iba a rendirse mucho antes de haber empezado. Las opciones fáciles no eran afines a él. 
Era consciente de que había cosas que posiblemente no alcanzaría nunca, pero también sabía que tenía muchas otras que no conseguiría tener nadie jamás. 
Nunca fue positivo, nunca se quiso, sólo se autocriticaba y se castigaba con recuerdos del pasado, con recuerdos que ya no llevaban a nada sólo a retroceder en vez de a avanzar.  No alcanzaba a creer que valía mucho más de lo que un simple pasado se había empeñado en hacerle creer.

En ocasiones, se tiene que tener valor de empezar de cero, por muy difícil que sea. 
Las motivaciones son aquellas que tú buscas, no aquellas que te encuentran sin ningún tipo de esfuerzo.

martes, 19 de abril de 2011

El mago.

Parece mentira cómo funciona nuestra perversa mente. Tendemos a hacer una montaña de un simple grano de arena, o a ahogarnos en un pequeño vaso de agua, pero para nosotros, en un momento dado ese grano era la más grande de las rocas y el vaso el más profundo de los océanos. Muchas veces sólo vemos el "problema" desde un punto de vista, el nuestro. Únicamente tenemos en cuenta la premisa, no la conclusión, o, en este caso la solución al hipotético obstáculo.

En muchas ocasiones, debemos ver más allá, compartir sensaciones e incluso sentimientos, deshacernos poco a poco, grano a grano o sorbo a sorbo de aquello que nos impide ver la realidad de manera objetiva. Cuatro ojos ven más que dos y varios puntos de vista pueden confluir en uno claro.

Pero, confluyen en uno claro, no en EL correcto. En muchas ocasiones somos nosotros mismos los que debemos elegir el camino, podemos escuchar consejos y opiniones pero si hay ríos en el camino, tú los atraviesas, piedras, tú las saltas, sombras, tú las disfrutas. No hay camino correcto, simple y llanamente hay camino.

Sólo basta con creer en uno mismo y en que paso a paso y poco a poco, se avanza hacia delante.


"Vales muchísimo, Miguel." Palabras escritas un jueves a altas horas de la noche, los borrachos y los niños siempre dicen la verdad. Poco a poco te voy conociendo y cada vez estoy más segura de que dentro de ese metro sesenta y nueve hay algo mucho más grande de lo que creemos. Igual que truco a truco dejas impresionada a la gente, mordisco a mordisco cómete el mundo.

sábado, 16 de abril de 2011

Dejarse llevar no siempre suena bien.

Caminaba con su acitud hostil, solitaria, cigarrro en la mano y libros cogidos con el brazo. No tenía un destino fijo, caminaba vagando por la monotonía de la ciudad en busca de un lugar en el que meditar acerca de todo lo que le rodeaba, lo necesitaba desde hacía tiempo. Eligió un banco oculto tras un árbol, con vistas al río, quizás así sus divagaciones podrían ser arrastradas por la suave corriente.

Abrió uno de los libros, filosofía en estado puro, en cada una de sus letras, palabras, frases, párrafos. Cómo le gustaba; sabía que lo único que conseguía así era reavivar el círculo viciososo que su cerebro se empeñaba en alimentar. Pero el masoquismo mental era uno de sus puntos fuertes y , para uno que tenía, no iba a darle la espalda.

Un capítulo, dos y...¡otra vez la mente ausente!
Se sentía un despojo, ya no lograba ni centrarse en aquello que tanto le nutría, en aquello con lo que más disfrutaba. Ahondaba en él, en realidad no le hacía falta, sabía que era el pasdo el que diariamente caía sobre él como un jarro de agua fría. Cobardía. Miedo.

Se levantó, caminó dos pasos y se paró frente a la barandilla. Quizás no era tan sencillo arrojar sus pensamientos al río. ¿Por qué no mejor quemarlos con su cigarro?

lunes, 11 de abril de 2011

Gira.

Dicen que no se tiene miedo a perder, sino temor a ganar. Que un atardecer dará paso a un amanecer. Que las alegrías no serían alegrías si no hubieramos sentido nunca la tristeza. Que la belleza es subjetiva y no depende sólo del exterior. Que después de tropezar con una piedra, la próxima vez seremos más fuertes. Que no sabríamos distinguir la luz si nunca hubieramos sentido la oscuridad. Que las victorias llegarán tras muchas y muchas derrotas. Que la madurez se consigue a base de experiencia y años. Que sabemos volar porque alguna vez nos cortaron las alas. Que bebemos porque queremos olvidar penas. Que valoramos lo que tenemos porque sabemos que en realidad no tenemos ni somos nada. Que hay que reirse de uno mismo para dar en las narices al mundo que no para de reirse de nosotros.



Parada frente al mar mientras el mundo gira.

miércoles, 6 de abril de 2011


Tenía ganas de llorar. Hacía mucho tiempo que no le pasaba y muchísimo más tiempo que no lo hacía. Sentía la presión de que la gente la veía como no era, los idealismos nunca le habían gustado, y menos que recayeran sobre ella. Quería, quería, gritaba en silencio el querer. Por dentro algo le decía que no sabía si ese verbo iba a transformarse en un poder o en un conseguir.





Me tiro al río y no sé nadar.

martes, 5 de abril de 2011

Renglones torcidos.

-No obstante, sigo creyendo que la total soledad se aproxima mucho al silencio.

-No. No hay bosque, por oculto y lejano que se halle, por tranquilo que esté el aire que lo envuelve, que no tenga idioma sonoro. ¿Usted no ha oído hablar a los árboles? ¡Todo el mundo los ha oído hablar! No se sabe bien qué es lo que se escucha, qué es lo que suena. No hay arroyos en las proximidades, no hay pájaros, no hay insectos, y las copas están quietas. Con esto y con todo, hay un pálpito indefinible, indescifrable. Se dice entonces que se oye el silencio. Es una manera de decir porque lo cierto es que "algo" se oye...mientras que el silencio es inaudible.

sábado, 2 de abril de 2011

Esta vez, no.

Tenía prisa por salir, llegaba tarde a la cita. Miró por la ventana, observó que comenzaba el buen tiempo y las sensaciones que en ella esto producía eran contradictorias. Le gustaba el sol, sentarse en la hierba y ver pasar las horas atada a su música o a un libro, le gustaba la playa, arrugarse en el agua y saltar sobre las olas. Le gustaba gastar más y más tiempo en la calle, fuera de las mundanas paredes que le inundaban durante el invierno. Pero eso no lo era todo, dentro había una parte que odiaba el calor, el buen tiempo. Intentó luchar contra ella con uñas y dientes y, de hecho, hubo un momento en su vida en que lo consiguió, pero su cerebro volvió a ganar de nuevo.

¿Qué es lo que hizo? abrise la cabeza y comérselo a cucharadas. No iba a permitir que él ganase la batalla.