martes, 31 de mayo de 2011

Una más.



-Buf...
Soltó un pequeño suspiro, sabía que lo que sonaba no era realmente lo que sentía, sabía llevar sus sentimientos por dentro, desde hacía tiempo sólo en ocasiones excepcionales los exteriorizaba.
Observó la alta montaña que se cernia ante él. Un obstáculo más en el camino, una subida más, pero sólo eso, nada más. Había conseguido llegar a la cima de muchas como ésa, quizá no tan altas, pero montañas al fin y al cabo.
Era el momento de agacharse, apretarse los cordones de aquellas viejas botas destrozadas de tanto uso y comenzar el ascenso. En un abrir y cerrar de ojos seguramente se encontraría respirando aire puro en la cima, dejandose llevar o jugando con el eco de su voz y, es entonces, cuando la subida le parecería superficial, un mero trámite, una más en el camino hacia la meta.

martes, 24 de mayo de 2011

Princesa.



Y allí esta de nuevo, sentada en la ventana de la alta torre esperando a que su príncipe vaya en su búsqueda y la saque de aquella cárcel. Cárcel sin cadenas, pero privada de libertad. Ha perdido la noción del tiempo, no sabe los días, meses o años que lleva secuestrada, pero sigue allí. El único aliciente que le queda es sentarse en la vieja piedra y observar el exterior, el sol, el horizonte en busca de tiempos mejores.

El aire le da en la cara, le eriza el vello de los brazos, es primavera, lo sabe por los árboles floridos y el piar constante de los pájaros. Añora las tardes de paseo por el jardín de palacio, los baños en el estanque o la compañía de los guardianes. Añora las caricias del príncipe, los trotes con él a caballo o las rosas que le dejaba cada mañana a la puerta de su habitación. Añora las cosas sencillas, simples, los pequeños detalles. La flor de nata que Amelia, la cocinera, le ponía cada mañana en la tostada; el lazo al final de su trenza que cuidadosamente Carole, la doncella, le colocaba; el dulce beso que la reina le daba cada noche. Sutiles gestos que nada podía suplir en aquellos momentos de soledad.

Miró al horizonte esperando escuchar el trote del caballo del príncipe que acudía a rescatarla.
Necesitaba una señal.
Una pizca de esperanza. 
Un poco de ilusión.
Algo.

lunes, 23 de mayo de 2011

El elefante encadenado.

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de su peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente:
¿Qué lo mantiene entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapa porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia:
–Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo.
La estaca era ciertamente muy fuerte para él.
Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía...
Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a sus destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree –pobre– que NO PUEDE.
Él tiene el recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...


Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad...condicionados por el recuerdo de «no puedo»
Lo que no sabemos es que tenemos las herramientas necesarias para romperlas y liberarnos de una vez por todas de ellas.


Yo me levanto y sigo aquí.

domingo, 22 de mayo de 2011

[...]



¿No has pensado alguna vez en volar lejos de aquí a otro lugar donde nada ni nadie te sea conocido? ¿Ser una mota de polvo y dejar que te lleve el viento donde a él le vanga en gana? ¿Sentirte como un castillo de naipes que en cualquier momento pueda desplomarse? ¿No has querido alguna vez adelantar el tiempo y que todo pasara rápido? ¿No has sentido alguna vez el impulso de montarte en un autobús sin destino fijo? ¿Olvidarte de todo lo que te rodea y aislarte por unos días? ¿Ponerte los cascos y comenzar a andar hasta donde los pies te lleven? ¿Gritar con tantas fuerzas que te dejes las cuerdas vocales? Cerrar los ojos y, al abrirlos, desaparecer.

miércoles, 18 de mayo de 2011

...días.



No sé, hoy quizás sea uno de esos días en que te apetecería hacer dos cosas: ver una película que durase horas y horas, con la que llorases y al rato rieses y acabar dormida en el sofá, o bien, de esos días en que únicamente un abrazo es más que suficiente... sentir el calor de alguien que te entienda... no sé, son días en que el mundo o va muy rápido o tú muy lenta...

sábado, 14 de mayo de 2011

Supertramp.


Nadie debería negar [...] que el nomadismo siempre nos ha estimulado y llenado de júbilo. En nuestro pensamiento, la condición de nómada está asociada a escapar de la historia, la opresión, la ley y las obligaciones agobiantes, a un sentimiento de libertad absoluta, y el camino del nómada siempre conduce hacia el oeste.

WALLACE STEGNER,
The American West as Living Space


Qué grande es tener a un amigo del sexo opuesto.

sábado, 7 de mayo de 2011

Espejo.



Siempre se preguntó si los espejos representaban la realidad. Si lo que se mostraba en ellos era realmente lo que existía o si simplemente eran imaginaciones de aquel que se dejaba reflejar. Últimamente se miraba al espejo y no se reconocía. Pero al igual que en determinadas ocasiones actuamos de una manera que no es acorde a nuestra forma de ser y no por ello dejamos de ser quien somos, también en ciertos momentos se miraba sin saber qué veía, a quién veía.

Tantas veces había sentido el impulso de tirar aquel espejo, ver como miles de añicos se formaban a su alrededor, rasgaban todo lo que rozaban a su paso, incluso su piel. Destrozarlo para sentir que la libertad se cernía sobre él. Que no debía dejarse guiar por un reflejo que no suscitaba en él la mayor de las sonrisas sino la más grande de las repudias. 

La próxima vez optaría por dejarse reflejar en las aguas de un simple charco, estancadas, sucias, para no ver la claridad de aquel estúpido espejo.