martes, 27 de septiembre de 2011

Prueba de fuego.


Volvía a estar en la base de la montaña, esta vez no era una normal y corriente, era su montaña, la que tenía su nombre. La subida había comenzado hacía muy poco y ya se notaba el cansancio, no físico, ese todavía daba mucho de sí, al otro me refiero. Sabía que iba a ser mucho más dura que las anteriores, tenía una voz menos que le dijera lo poquito que le quedaba para llegar a la cumbre, tenía dos manos muy fuertes empujándole desde abajo pero aquella voz, aquella voz...

Inseguridad. Esperanza. Paciencia. Resistencia. Ánimo. Impulso. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo.  Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo.
Tenía miedo. Aquella cabecita pensante que en ocasiones era calificada de fuerte se convertía en vulnerable, débil, asustadiza. Y todo porque aquella voz no se encontraba un paso por encima susurrándole lo poco que le quedaba para dar un paso más. Tenía claro que no por eso iba a dejar de luchar, eso nunca, la podrían calificar de miedica, de debilucha, pero nunca le podrían echar nada en cara por rendirse, eso no. Las fuerzas pueden flaquear, pero hasta el último suspiro iba a estar plantada en esa ladera, hasta el último aliento iba a seguir dando un paso hacia la cima, iba a desear con todas sus fuerzas que aquella voz susurrase su nombre...
Y es que sabía de sobra que quien no lucha por lo que quiere, no merece lo que desea. 

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Tarde en bicicleta.

Se vistió despacio, había sido una noche dura, bañada entre lágrimas. El sueño más que reparador había provocado una gran angustia en su interior. Necesitaba despejar la mente, cogió aquella vieja bicicleta y se dispuso a dar un paseo. No tenía un destino en su mente, pero sí un lugar al que ir. Necesitaba pedalear con el fin de que a cada pedaleada se fuera poco a poco cada pensamiento intruso, cada inquilino amargo.
El aire fresco rozaba su cara, oía el roce de las ruedas sobre el asfalto, la cadena, los frenos chirriar. Simples señales que le hacían prever que esa tarde no iba a acabar como ella había pensado. Llegó al inmenso prado, esperaba encontrarle en el banco y, efectivamente, allí estaba, esperándola con los brazos bien abiertos, como si hubiese escuchado todo lo que en esa cabecita bullía, como si supiera que una conversación sería más que suficiente para mitigar la furia interna. Sabía que le necesitaba, y, estaba allí, limonada en mano, sonrisa en boca, amistad en los poros de su piel.
Las palabras se iban sucediendo, la rabia iba desapareciendo con cada frase, con cada sorbo, con cada paso de ese zumo fresco de limón por el esófago, estomago y corazón.

lunes, 19 de septiembre de 2011

..

Muchas veces le había pasado, un mal día, una mala noticia, una mala contestación, un mal gesto. Un mal ..., un mal..., un mal...
Lo único que en esos momentos necesitaba era un buen abrazo, una buena conversación, una gran sonrisa, un gran beso. Eso aliñado con unos pocos kilómetros y que el tiempo corriera como loco en el reloj.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Cerrada a cal y canto.

Verbalizamos nuestros pensamientos, problemas, angustias, miedos con el fin de hacerlos menos pesados, porque quizá, al ser compartidos pierdan ese tono amargo. En muchas ocasiones esperas recibir un abrazo, una caricia, una contestación "no pasa nada", "todo pasa", "es una mala racha" "tranquila". Pero no la obtienes. Es entonces cuando esa sensación de sentirte estúpida se cierne sobre ti. Cuando optas por cerrar la boca y callarte. Poco a poco dejas de ser un libro medio abierto, dejas de mostrar tus páginas, tus márgenes, cada palabra, punto o coma y empiezas a convertirte en un maldito libro cerrado, sellado.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Percepción frente a realidad.

En el día a día son prácticamente una misma cosa. Nos ponemos maquillaje y cascos de fútbol, nos pagamos operaciones de nariz y coches potentes, todo para acentuar la percepción y mantener a raya la realidad. Y aún, las personas pueden ser mucho más de lo que son a simple vista, pero para descubrirlo debes estar dispuesto a escarbar bajo la superficie. La mayoría no lo está, en tanto que supone trastornar el orden establecido; pero hay unos pocos, muy pocos, que sí están dispuestos.
Arañan poquito a poco esa capa construida a base de años y derrotas, de fracasos e inseguridades. Y te ven, así, sin más, desnuda ante el mundo.



No hay kilómetros que no se puedan acortar ni esperas que no merezcan la pena.

domingo, 4 de septiembre de 2011

No hay siembra.

Desde pequeña le habían enseñado a ser así. No había visto otra cosa en casa que no fuera lucha, lucha, lucha. Las cosas no iban como era de esperar, los esfuerzos no daban su fruto. La lucha sólo tenía un claro ganador y no eran ellos. Quien algo siembra algo recoge. Pero si lo que recoges no es proporcional a todo aquello que has sembrado, ¿Qué haces? Pérdida de control, ofuscación, lástima, rabia, impotencia. No. Sigues hacia delante, sigues sembrando, esperando a que la vida se encargue de estropearte los frutos. Total, es lo único que conoces, lo único que has visto. No sabes cómo florece una flor en tu huerto. No sabes cuál es la sonrisa de aquella persona que se pasa días en la siembra. No hay respiros. No hay sorpresas.