sábado, 10 de marzo de 2012

domingo, 4 de marzo de 2012

...Salapín, salapón.

Necesito volver a la época del teclado y la pantalla del ordenador, del desahogo personal a través de míseras palabras que salen de mis dedos sin quererlo ni berberlo.


Era tarde, Alice corría por la oscura calle con el teléfono en la mano, necesitaba llamarle, desahogarse con él aunque sólo fueran unos minutos, eran las dos de la mañana, hacía frío y los tacones resonaban en la irregular acera. Un tono, dos tonos...
- Hola...
-¿Estabas en la cama?
-Sí, pero no me importa hablar, ¿te pasa algo?
-Mmmm sí.
-¿Por qué siempre acostumbras a llamarme a estas horas?
-Porque me siento sola, le doy vueltas a la cabeza y te echo de menos. Necesito hablar con alguien de confianza y últimamente en el único que confío es en tí, aunque 600 kilómetros de distancia nos separen.

[...]

Llegó a casa, el espejo del portal le mostraba el negro maquillaje resbalando por sus mejillas dejándose llevar por las saladas lágrimas. Se tumbó en la cama y pensó: "seguiré, de tu mano lejana, seguiré".
Dos lágrimas más cayeron de sus ojos. El echar de menos no ocupa lugar.