lunes, 23 de abril de 2012

Cansancio acumulado.





Lunes por la noche, después de un puente más o menos largo. Rabia, tristeza, decepción, un conglomerado de sentimientos se hace hueco esta noche en mi habitación. Cansancio emocional. Demasiadas malinterpretaciones por querer hacer las cosas bien, basta ya de aprender a base de golpes, pequeños, pero poco a poco van haciendo más y más daño...

domingo, 22 de abril de 2012

De.cep.ción.

Y esto nos pasa por ser así. Por actuar como la gente espera que actuemos, por hacer lo que la gente espera que hagamos. Personalidad no nos falta, pero en ocasiones se vuelve en nuestra contra. Lo que no tenemos es ese punto de egocentrismo que parece ser está a la orden del día y todo el mundo lo derrocha por los poros de su piel; a nosotras no nos lo han enseñado, ni tenemos ninguna gana de aprenderlo, pero el mundo se mueve a base de egoísmo y narcisismo y nosotras estamos fuera de ese movimento por no tener esos dos adjetivos.
Cansadas de esperar lo mejor de las personas, esa parte humana que todavía creemos que está presente, pero no, la frustración y la decepción se cierne sobre nosotras cuando descubrimos que estamos esperando una utopía, que nada es lo que parece ni nadie quien dice ser...


martes, 17 de abril de 2012

Y bien..

Cada vez nos acercamos más al final. Seis semanas escasas nos separan de la tan ansiada meta. Meta que se ha hecho en ocasiones larga y difícil, dudosa y complicada pero ahora que quedan dos pasos para acabar ¿Cuál es la siguiente carrera?

martes, 10 de abril de 2012

...huir.

Demasiadas cosas en demasiado poco tiempo. Idas y venida de cabeza, ríos de lágrimas resbalando por la mejilla. Deseas huir, desaparecer, no afrontar toda la porquería que se ha acumulado a tu alrededor y que tu has alimentado. 


Allí estaba Alice, sentada en la orilla de aquel pequeño río. Le relajaba sumergir sus pequeños pies en aquel agua helada. Le encantaba sentir cómo la sangre fría le subía por las piernas y le refrescaba todo el cuerpo. Los escalofríos se sucedían igual que los pensamientos por su cabeza. Había hecho las cosas mal y lo sabía, por eso había decidido huir al pueblo en el que se crió, en el que todavía se sentía una pequeña niña indefensa a la que le perdonaban todas las fechorías que hacía. Pero no, ahora no ataba lazos en las orejas de su perro o llamaba a los timbres vecinos y echaba a correr. Ahora las fechorías no se las debía perdonar nadie más que ella misma. Y, de momento, no podía hacerlo. 
Otro escalofrío más recorrió su espina dorsal. Vuelta a la realidad. A aquel pequeño pueblo, a aquel pequeño río, a aquella pequeña mujer, a sus pequeñas uñas pintadas de rojo. Pero sabía que la gran realidad estaba a la vuelta de la esquina e iba a caer sobre ella de un momento a otro y, entonces, no tendría un lugar donde escapar.