lunes, 13 de marzo de 2017

Mensajes de botella.

Sentada en el banco de aquel paseo marítimo que tantos recuerdos le traía. Miraba el mar, el subir y bajar de las olas, la espuma que se formaba al final de las mismas al romper contra la arena. Cuántas botellas con mensajes ocultos no habrán sido arrojadas allí sin llegar nunca a su destinatario se preguntaba. Igual que ella dejaba que fluyeran allí sus pensamientos, que se dejaran mecer por el vaivén de las olas. Qué tonta, pensaba. Y se reía de pensarlo. A veces, sus pensamientos y su estado de ánimo fluctuaban igual que aquella masa enorme de agua y, al final, como ocurría con las olas, siempre llegaba la calma, siempre llegaba. Por muy fuerte que hubiera sido la tormenta, por muy hondo que se hubieran perdido los pensamientos, por muy difícil que hubiera sido la subida a la cima, siempre, siempre, siempre llegaba la paz. Como aquellas olas... que se dejaban mover a merced de las mareas para acabar desvaneciéndose en la cálida orilla. Cuánto tenía que aprender, cuánto tenía que entrenar su cabecita para hacer esas olas más pequeñas, esos vaivenes más sutiles para que en vez de romper con fuerza formando espuma, rompieran despacito sin ningún revuelo.
Cuánto te queda por nadar princesa, cuanto te queda...


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