domingo, 6 de noviembre de 2011

Desde cero.

Salió del coche después de aquel largo viaje, le había venido bien refrescar las ideas, lo necesitaba. Pasar horas y horas sola al volante reorganizando su hasta entonces revuelta cabecita. Estaba un poco cansada de escuchar opiniones de los demás, la suya era la única que ahora mismo le importaba, ese egoísmo nunca mostrado era hora de que saliera a flote, de que por alguna vez pensase en ella, en lo que quería, en su presente y su futuro, ¿en su pasado?. No. Eso lo dejaba ya apartado del camino.

Deseaba gritar con todas sus fuerzas un ¡¡BASTA!! Basta de jugar con ella, con sus sentimientos, con sus emociones, sus miedos, sus debilidades. Basta de hacerle sentir una cría, una insegura, una inmadura cuando sabía que no lo era. Que había subido ya unos cuantos escalones en la escalera de su vida. Quería dejar de ser esa muñeca de trapo que no paraba de guiarse pos su corazón, pensar en ella aunque eso supusiera renunciar a muchas cosas queridas, aunque ese siguiente escalón fuera doloroso. En muchas ocasiones debemos realizar actos que duelan para poder llegar a uno que nos de la felicidad.

El largo viaje del fin de semana le había templado la cabeza, tenía ahora unos cuantos objetivos y unas cuantas metas que alcanzar en un lapso no muy largo de tiempo, unos siete meses serían suficientes para decir de una vez por todas: libre. En estos momentos no le importaba que nadie fuera a su lado, con llegar por ella misma le servía.  La meta no estaba lejana y...los caminos recorridos por uno mismo, muchas veces, son los mejores.

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