jueves, 14 de julio de 2016

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La escaladora de las manos de trapo. Y así le gustaba mirar la vida, como una de sus montañas, como una de sus metas. Ver los salientes de roca, ir recorriéndolos con la mirada y ver a cuál poder aferrarse y, lo más importante, a cual no... para no caerse, para que sus manos de trapo tuvieran un piso firme donde agarrarse. Magnesio en sus agrietadas manos, magnesio en sus mejillas que le hacían parecer una geisha, pies de gato, como sus ojos... esos ojos que brillaban y ella podía no decir nada, no abrir la boca, pero ellos decirlo todo. Pequeña escaladora de las manos de trapo. Una mano arriba, un empujón más, una pierna arriba, un empujón más. Tú puedes se repetía, los límites están en tu mente y no en tu cuerpo o en ti. Tú puedes.  Una mano arriba, un empujón más, una pierna arriba, un empujón más. Y a veces caen pequeñas rocas que te golpean en la cara, a veces das pasos en falso, a veces pones la mano en una grieta y te cortas, a veces el magnesio no hace su función y se resbala tu mano por la dura y rugosa roca...pero al final no importa cuanto tiempo emplees, cuanto sudor, cuantas caídas, cuantos resbalones o cuantos cortes lleves. Al final lo importante es llegar a la cima. Al final lo importante fue no rendirte. Al final lo importante fue no mirar hacia atrás sino seguir hacia delante en busca de la ansiada meta. Al final... sólo llegan arriba los que de verdad tuvieron el valor para decir: voy hacia lo alto.



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