miércoles, 8 de enero de 2014

Morfina intravenosa.

Vuelta a aquellos largos y fríos pasillos de hospital. Todo limpio, ordenado, personas paseando con la mirada perdida, es un lugar al que nadie quiere acudir, salvo para el nacimiento de un hijo/hermano/nieto...lamentablemente este no es el caso, es justamente el lado opuesto, ¿y si entras en un hospital para no volver? ¿Y si tu fuerza se está consumiendo y sabes que llega el final?
Dolor, dolor...

Nacemos para para morir, es lo que ante la vida nos hace iguales, el caso es ¿cuándo llega su final? ¿Tu final? ¿el final?

Vuelta a pequeñas habitaciones de hospital donde alguien descansa plácidamente bajo los efectos de la morfina, es duro aceptar que la persona a la que en ese momento estas observando en unos minutos, unas horas o unos días ya no esté. Es duro aceptarlo aún sin conocerla. No puedo ponerme en la situación de quienes sí lo hacen.

Por todos los que se van inmersos en el sueño de morfeo, por todos aquellos que se quedan a seguir luchando contra la ausencia que se ha creado. Por ellos.


¿Por qué escribir acerca de la muerte? Desde que era estudiante de enfermería es algo que me ha sobrecogido tremendamente. Por mucho que digan que te acabas acostumbrando, que te hace más fuerte...para mi cada persona que se va me deja una huella. Estos días estoy rotando por un servicio de Cuidados Paliativos ¿a qué se dedica? se dedica a proporcionar el mayor confort y cuidado a personas con una esperanza de vida generalmente inferior a 6 meses, con enfermedades graves con síntomas molestos y difíciles de llevar. Este equipo no hace que la vida de la persona se prolongue más, lo que hace es que lo que queda de ella se haga en las mejores condiciones posibles: sin dolor, sin malestar. Lo más tranquilamente posible.

Es increíble la manera de trabajar que tienen estos profesionales en los peores momentos de la persona y de la familia. Y ahí están, a pie de cañón para proporcionar apoyo. Creo que su trabajo es fundamental y muy importante y está vagamente reconocido.

A mi la muerte no me enseña a ser más fuerte, me enseña a ser más humana. A valorar las cosas por su verdadero precio, a disfrutar cada pequeño detalle y cada pequeño momento. Porque sé que es algo natural y que al final a todos nos toca, pero no todos hemos sabido disfrutar del camino.Sí, ese camino al que acostumbramos a llamar vida.


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