jueves, 9 de junio de 2011

Llegaré.

Y cruzaré aquel pedregoso río, el que está detrás de las tres casas más viejas del pueblo, rodeado de zarzas en las que anidan un millón de arañas, revolotean avispas verdes y negras y las flores son de colores, la hierba sabe a orujo y las setas son alucinógenas. Me tiraré por la cascada, la que mide alrededor de diez metros, en la que los peces tienen cuatro ojos y la espuma es fosforescente. Nadaré por sus aguas calientes para que las ranas me canten y los mosquitos toquen la trompeta. Y llegaré, llegaré al lugar donde para volar no hagan falta alas, ni para respirar aire, ni para pensar cerebro, ni para soñar los sueños. Llegaré...para quedarme.

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