Dejó el puñado de folios encima de la mesa, ya seguiría mañana. Le había llamado la atención aquel viejo diccionario que reposaba solitario en la estantería. Abrió el grueso libro y posó su mirada en una palabra: abrazo. No hacía falta que siguiera leyendo, la deficinión se la sabía de memoria. Necesitaba vivir los ejemplos.
Sin motivo alguno. Sin justificación.
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