martes, 27 de septiembre de 2011

Prueba de fuego.


Volvía a estar en la base de la montaña, esta vez no era una normal y corriente, era su montaña, la que tenía su nombre. La subida había comenzado hacía muy poco y ya se notaba el cansancio, no físico, ese todavía daba mucho de sí, al otro me refiero. Sabía que iba a ser mucho más dura que las anteriores, tenía una voz menos que le dijera lo poquito que le quedaba para llegar a la cumbre, tenía dos manos muy fuertes empujándole desde abajo pero aquella voz, aquella voz...

Inseguridad. Esperanza. Paciencia. Resistencia. Ánimo. Impulso. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo.  Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo.
Tenía miedo. Aquella cabecita pensante que en ocasiones era calificada de fuerte se convertía en vulnerable, débil, asustadiza. Y todo porque aquella voz no se encontraba un paso por encima susurrándole lo poco que le quedaba para dar un paso más. Tenía claro que no por eso iba a dejar de luchar, eso nunca, la podrían calificar de miedica, de debilucha, pero nunca le podrían echar nada en cara por rendirse, eso no. Las fuerzas pueden flaquear, pero hasta el último suspiro iba a estar plantada en esa ladera, hasta el último aliento iba a seguir dando un paso hacia la cima, iba a desear con todas sus fuerzas que aquella voz susurrase su nombre...
Y es que sabía de sobra que quien no lucha por lo que quiere, no merece lo que desea. 

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