sábado, 26 de marzo de 2011

.

-¿Qué tal estás?
-La verdad es que un poco preocupda, siento que últimamente las circunstancias se hacen pesadas, no me superan porque nunca dejaré que eso ocurra pero son como un saco que arrastro a mis espaldas y poco a poco se va rasgando.
-¿Necesitas algo? Suena a tópico y sabes que no es usual que yo diga esto pero por un momento debo dejar la frialdad de lado. Estoy aquí, sólo debes gritar y me sentaré a tu lado, no hace falta que hablemos, seguramente nuestro lenguaje corporal lo dirá todo por nosotras.



Le había encantado comer en aquel restaurante, reconoció que hacía un calor asfixiante pero la compañía era de primera clase por lo que lo demás quedaba relegado a un segundo plano. Hacía mucho tiempo que no conversaban juntos, que no intercambiaban sonrisas, miradas y tonterías varias. Ambos lo sabían pero eran demasiado orgullosos como para reconocer que se necesitaban el uno al otro. 
No fue nada especial, no hubo caviar, ni ostras, ni pollo desmigado a la salsa de oro, al fin y al cabo sólo y exclusivamente habían pedido un plato de albóndigas con tomate.

No hay comentarios:

Publicar un comentario