jueves, 24 de marzo de 2011

El circo de la vida.

Sonreía como una estúpida, como una boba, al fin y al cabo es lo que era. Y payasa, sí, payasa, eso también estaba en la lista de adjetivos que la definían. De vez en cuando sacaba cierta racionalidad, pero cada vez era menos común ver esto en su actitud. Sólo la sacaba a pasear en ocasiones especiales, necesitaba disfrutar al máximo de la libertad que le brindaba la época.
La deshinibición, la falta de vergüenza y el exceso de vicios ligeramente estaban dejando en ella su huella, nada que no se pudiese solucionar con un buen colchón y unas pocas horas de sueño. Por fin había aprendido a ser un personaje más en este mundo en el que todo es un circo. Se reía de ella, no había cosa más beneficiosa para la salud que ese gesto. Diez toneladas de felicidad.
Ésa era ella, una payasa en estado puro.



Niños unidos al circo de la vida.

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