lunes, 31 de enero de 2011

Black & coffee

Ha llegado el momento. Estoy en una época bastante fluctuante, han pasado infinidad de cosas por mi simple y llana vida en un lapso muy corto de tiempo y tengo que reorganizarme muchas ideas. Algunas, claro está, están ancladas en las circunvoluciones de mi cerebro, otras creo, deben de ser cambiadas o por lo menos deben de ser sometidas a examen.

Una cazadora en común, una sudadera en común, unos pantalones en común, un pequeño pueblo en común. Una única forma de ser.
Madurez alcanzada con creces años atrás. Sólo ella tenía la palabra oportuna en el momento correcto. Nunca sabrás todo aquello que derrochas, desde dentro no se ve. Desde fuera, alrededor de 10 cm mas abajo, veo todo más claro. Todo aquello que desprendes.
Firmeza.
Determinación.

Era un día soleado. No sabía qué ponerse pues iba a la playa, no era muy coqueta, pero era verano y se veía guapísima. Reflejos rubios bañados al sol. Agua clara en el mar. Bikini a rayas azules y blancas, le quedaba impresionante. Solo llegar allí estaba ella. Le dio el abrazo más reconfortante de toda su vida.
Llegó la noche. El bochorno, el calor húmedo de los meses de verano en una ciudad costera. Nada que no se pueda paliar con dos San Franciscos con hielo y un cuenco de palomitas. Palabras y más palabras al aire, algunas firmes, otras más fluídas y menos importantes pero igual de valiosas para ellas.

Y es que trasponerse a su lado no era comparable a cualquier otra maravilla del mundo.

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